Adentrándonos en el nuevo paradigma laboral
- gaiasaludnatural
- 26 oct 2016
- 3 Min. de lectura

Desde hace años caminamos hacia un nuevo paradigma económico y laboral sin que, al parecer, queramos enterarnos. Cada vez es más evidente que el trabajo por cuenta ajena escasea y el que hay resulta precario; las empresas trasladan su producción a países en vía de desarrollo porque mal que nos pese y por mucho que nos rasguemos las vestiduras, les resulta más rentable. Esto es así y así seguirá siendo, y punto. En lugar de tanta protesta, de tanto berrinche, lo lógico es adaptarse a esta nueva situación. Y la adaptación pasa por buscar otro tipo de ocupaciones centradas en los propios talentos e intereses de las personas.
Pero, en general, parece que no queremos verlo, sobre todo en nuestra “buenista” España, en la que trabajo sigue siendo una fábrica masificada (fábricas que van desapareciendo por momentos), la construcción (cuando cada vez hay menos habitantes para ocupar pisos vacíos), o el funcionariado, que cada vez se está sustituyendo más por la administración on line. El empeño general se sigue centrando en encontrar este tipo de trabajos considerados dignos, mientras que si una persona pretende dedicar su tiempo y su horario laboral a vender unos cuadros que le encanta pintar, unos libros que disfruta escribir, unas canciones que le llena cantar u otras actividades, digamos alternativas, es vista, por decirlo de forma suave, como ridícula. Tales “tonterías” solo llegan a aceptarse, y esto ya parece mucho pedir, como una vocación o entretenimiento, pero jamás un trabajo que deba ser bien remunerado y que solo merece lo que eufemísticamente se llama “donativo” o “aportación voluntaria” o lo que es lo mismo en román paladino “limosna”.
Cuando una persona dedica su tiempo y, por lo tanto, media vida a encerrarse horas y horas en un lugar que odia, realizando una tarea que le amarga y que le lleva a atender a los demás como si fueran fardos, está trabajando y merece un sueldo. Cuando una persona emplea su tiempo en hacer algo que le entusiasma y que le lleva a ayudar a los demás y a tratarlos con respeto y como seres humanos, está “entreteniéndose” y solo merece una limosna como el pobre que pide algo en la calle. ¿No es más honesto, sin embargo, recibir tu salario de algo que disfrutas y que pones tu empeño en hacer bien? ¿No es igual de válido un trabajo considerado tradicional que aquel que se basa en la vocación? A fin de cuentas todo se basa en elecciones personales y todas son dignas. ¿Por qué no se puede convertir lo que te encanta en una profesión?
Curiosamente este tipo de vocaciones y profesiones siguen viéndose como algo alternativo que no tiene valor profesional pero, sin embargo, determinados grupos, supuestamente sin ánimo de lucro, se lucran de ellos, explotando la ilusión de muchas personas que desean desarrollar su vocación como trabajo. Eso sí, aderezan bien este abuso con la perversa palabra “voluntario”, esa actividad aparentemente maravillosa, aparentemente de entrega a los demás, que supone primero que alguien se aproveche del esfuerzo y trabajo de una persona a través de lo que eufemísticamente se llama “aportación voluntaria” (en el mejor de los casos, claro, porque la labor suele ser gratuita) y segundo, que otra persona o esa misma se queda sin cobrar su sueldo digno a cambio de sus horas de trabajo. Desde un punto de vista objetivo, la línea que separa el voluntario del esclavo es bastante fina o, mejor dicho, inexistente.
Como conclusión, toda actividad que disfrutamos haciendo nos convierte en personas felices y productivas. Si además podemos convertir esa actividad en nuestro trabajo, serviremos a los demás con alegría porque eso nos convertirá en personas realizadas. Por eso la vocación no es un juego, no es un entretenimiento, no es un instrumento al servicio de otros que vía “buenismo” sacan un rendimiento económico o de otro tipo a costa de la ilusión y la esclavitud de una persona que solo desea (y además tiene derecho) salir adelante y vivir tan dignamente como el resto.
Si de verdad tanto nos preocupa el empleo, el desarrollo de las personas en igualdad, empecemos por aceptar el cambio de paradigma, valorando que cada persona elija el trabajo que desea hacer, bien sea uno tradicional, bien sea uno vocacional. A partir de ahí, dejemos que cada persona desarrolle su vida con un sueldo digno que le dé la posibilidad de vivir y compartir su bienestar con el resto.
Comments